Crónicas de fe y devoción
LA PARACA DE LA VIRGENCITA DEL ROSARIO
DE YAUCA
Últimos
días de setiembre del 2019. Cientos de fieles devotos se dirigen al Santuario
de la Virgen del Rosario de Yauca. Se acerca su día central, en octubre, y
todos llegan con fe, con mucha fe, para agradecer, para pedir, para prometer…
las misas se realizan cada treinta minutos, y los peregrinos ingresan y salen del
antiguo templo, que ha soportado múltiples terremotos en los últimos cien años.
Todos
los caminos conducen al corazón del desierto yauquino, entre el inmenso manto
verde de los fundos agroexportadores y los contrafuertes andinos. El valle de
Ica termina aquí, donde el sol parece ensañarse con la pampa, con las bestias,
con las piedras y con los hombres, que parecen doblarse….que parecen
derretirse.
Solo
el huarango iqueño permanece de pie, guapeando al tiempo, retando al universo,
y unas cuantas pozas con sus gruesos bordos, conteniendo pequeños cultivos de
algodón, pallar y otros productos de pan llevar, ofrecen el triste espectáculo
de las últimas cosechas, de la última llapana… de la última gota de agua que
regó estas pampas.
UNA PERUANA, UN
VENEZOLANO Y UN DEVOTO MEDIO COJO
En
el centro de la ciudad, Juancho Rosario, aborda un tico con su señora madre. La
plaza Barranca está a punto de incendiarse por el desbordante sol de las diez
de la mañana. Un vivaz venezolano, jovencito, moreno y quimboso, ofrece un
viaje rápido y seguro a la pampa de Yauca.
“Ya
hijito, no me chamulles tanto, que si tú estás yendo, yo hace rato estoy
regresando…abre tu pan y dime cuanto me vas a cobrar…!! ” – así de rapidito le
puso el parche la señora porteña, una dama de piel blanca, ojos de color
caramelo, profesora de educación física y formación pre militar; fuerte como el
hierro y como el huarango y radicada en la tierra bendita del Cristo Moreno,
hace treinta años.
El
moreno de la hermana república de Venezuela, que llegó a Ica con su mujer y sus
pequeños hijos, a ganarse el pan de cada día, sonrió nerviosamente. Juancho
Rosario sentado adelante y su viejita atrás, lanzó una carcajada y empezó el
viaje en busca de la virgencita que le hizo el milagro.
El
pequeño vehículo amarillo se dirigió al sur este, por la carretera panamericana,
ingresó por Garganto y la pista asfaltada continuó hasta el lugar de destino.
En el trayecto el extranjero se ganó la confianza de los locales, se franqueó,
contó su vida en cinco minutos….que sirvió en el ejército de su país, que
manejó camiones y camionetas, y buses, transportando presos políticos…hasta que
lo obligaron a trasladar a sus amigos y familiares a la cárcel de la ciudad.
Recién
comprendió que tenía que salir de su país…un tal Maduro estaba destrozando su
patria, pero también aclaró que no todos los que han llegado al Perú, son gente
mala… “somos gente buena, mi pana”- enfatizó el moreno.
Terminando
la ruta del pisco, con las bodegas artesanales más famosas del Perú, bodegas a
ambos lados de la pista, atravesaron los barrios populares del distrito de Los
Aquijes.
La
Solano, Los Piscontes, El Rosario…atravesaron la pampa, acordonada con alambres
dejando libre apenas diez metros de ancho, el ancho de la carretera….los dueños
de los fundos agroexportadores han comprado más tierras y ya no dejan más
espacio al peregrino, para que camine y corra libremente….TREENDA INJUSTICIA,
EL RICO, EL PODEROSO, QUIERE MÁS PLATA… y antes de llegar al Santuario, apareció el
tradicional “peaje”.
EL PEAJE DE LA
PAMPA, UN ASALTO A MANO ARMADA
Se
acercó a la móvil, un iqueño de pura cepa, bajito, trigueño, fornido, un alegre
trabajador del municipio yauquino… y de arrancanquín ametralló al conductor y a
los pasajeros: “señoras y señores muy buenos días, caballerito buenos días,
bienvenidos a Yauca….son cinco soles jovencito, aquí tiene su ticket”….!!.. Oiga,
esto es un abuso! …Éste muchacho con la justa saca para el combustible, y tú
vas a cobrar cinco soles por cada viaje…se pasaron, todos los años lo
mismo…!!...dos soles está bien pagado, no sea abusivos….” – conteniendo el
indio, el barrio y la artillería pesada de especerías, sapos y culebras, la
mamá de Juancho Rosario lanzó una mirada incendiaria al humilde trabajador
edil, que patitas le faltó, para abordar otra móvil y respondió…“Madre, yo solo
soy un trabajador municipal, solo cumplo mi trabajo…”. El mismo diálogo de hace
cincuenta años.
“Gracias
mamita”….murmuró el zambo. “No te preocupes moreno, mientras que tu gente se
porte bien y dejen de joder, yo te apoyo…ahora hijito, déjame lo más cerquita
posible a la iglesia, porque mi hijo lleva bastón, se está recuperando de un
accidente…””.
“!!
Mamá, yo los dejo en la puerta de la iglesia…!!” respondió el avispado
conductor y sorteando camiones, buses, camionetas, triciclos, patrulleros,
camiones cisternas y carretillas, demostrando buena caña, llegó a destino,
justo a un costadito del venerado templo.
JUANCHO ROSARIO
Y UN CALVARIO MODERNO
El
ex fornido iqueño, trigueño achinao,
medio colorao con el sol, convaleciente de una severa parálisis, bajó
del pequeño vehículo que pareció suspirar, aliviado…El brazo derecho y pierna
izquierda del muchachón, todavía estaban resentidos, pero ya recuperaban
fuerza….agarró su bastón metálico y empezó a caminar.
Recordó
en tres segundos, sus cuarentaitantos años de vida, sus triunfos y fracasos,
sus virtudes y pecados…más pecados que virtudes, recordó todas las luchas de su
familia, recordó tantas veces su visita al Santuario de Yauca, desde el vientre
de su madre, de niño, de adolescente y de adulto…tantas veces la Virgen del
Rosario de Yauca en su corazón, y el rostro de su mujer y sus hijas, pasando
frente a su memoria, las risas, los llantos, las lágrimas, las preocupaciones,
las alegrías y tristezas….
El
templo está enclavado en el corazón del desierto iqueño, y por ambos lados
tiene escaleras, por donde bajan los devotos e ingresan por las puertas
laterales…el devoto medio cojo y medio manco, se apoyó a la pared por su lado
derecho, recostándose con mucha fe y devoción, sintiendo mucha paz a medida que
avanzaba paso a paso…y empezó a bajar por los escalones, pasito a pasito,
primero el pie derecho, luego el izquierdo, recordando sus años en Lima,
trabajando de mil oficios y escuchando a los cobradores de los buses….!...pie
derecho, piee derecho…!!!
Detrás
de él, su señora madre, arengando, alentando a su hijo resucitado, muy quedo al
oído, sin mucho roche….”!!! Tú puedes, carajo, no te rindas, avanza hijo,
avanza, ya falta poco…Dios y la virgencita te han dado una nueva oportunidad…no
los defraudes…”!!!
Y
llegaron al fin, después de cinco minutos de una caminata de diez metros, con
todas las precauciones. Ingresaron al templo, buscando a la virgencita y
gozaron una hermosa misa, derramando lágrimas de alegría y de agradecimiento.
Juancho Rosario rezó el Padre Nuestro, como nunca y el Ave María también…la
iglesia rebosaba de gente de todas las edades, de todas las razas y condiciones
sociales…solo una fuerza y un sentimiento se respiraba en el ambiente…..PURITA
DEVOCIÓN….
En
los exteriores, las vivanderas, los comerciantes, la feria, el desorden divino,
la misma tradición, intacta, desde hace cuatro siglos…con el mismo sol y con
los implacables vientos paracas del sur, que empezaban a concentrarse en pleno
mediodía…
LA PARACA DE LA
VIRGENCITA Y LA DEVOCIÓN DE UN PUEBLO ENTERO
Entre
rezos, lágrimas e incienso, los cientos de fieles devotos de un pueblo entero,
expresan sus sentimientos a una pequeña virgencita de tamaño, pero gigantesca
de corazón…es la fe y la devoción que mantiene vivas las tradiciones y la
historia de los pueblos…entre grandes paquetes y pequeños ramos de flores, de
gladiolos, de romeros, de la frágil lluvia y el poderoso romero, los devotos
veneran a la milagrosa Virgen del Rosario de Yauca.
Juancho
Romero y su mamá de acero, piden y agradecen, cada uno en silencio y a su
estilo, segundos eternos de reflexión, meditación y gratitud….…son experiencias
de vida distintas, pero iguales en fe y devoción y en el momento de máxima
concentración, de un profundo diálogo con Dios y la virgen, se nublan los
exteriores y se escuchan los gritos de la gente, el llanto de los niños, la gente que quiere reingresar al templo; y, a la
vez, y de zopetón…..el tremendo ruido de
las viejas y gruesas puertas y ventanas de huarango, que se cierran de
golpe…llegó la tradicional paraca, con una fuerza descomunal, que se ríe de los
hombres, haciendo estremecer el viejo templo.
El
polvillo del techo de caña, huarango, yeso y cemento…. y los restos de flores,
empiezan a flotar en el interior del templo centenario…
Los
devotos de mayor edad, entre ochenta y cien años, con velas y paños de algodón bendito,
con sus escapularios, medallas y estampitas, murmuran a sus familias….”es la
virgencita que quiere que nos quedemos un rato más…” y los niños dejan de
llorar, como un arrullo celestial…
Todos
vuelven la mirada al altar de la iglesia, el sacerdote comprende que hay que
repetir la parte final….y vuelve a la carga con más fuerza y devoción….”…el
Señor esté con ustedes…” y cuando falta poco para terminar, el devoto que llegó
desde la plaza Barranca, avanza hacia el altar, entre un mar de gente…..a tiempo,
para recibir las gotas gruesas de agua bendita, de un entusiasta y joven
sacerdote…Juancho Rosario levantó con esfuerzo pero con alegría el brazo
izquierdo, abriendo con dificultad la mano débil, para recibir la bendición del
Señor…”gracias virgencita de Yauca, gracias por volverme a la vida, para gozar
de la sonrisa de mi madre…de mi familia, de mi mujer y de mis hijas, protege a
los míos, protege a tu pueblo, protege al Perú y al mundo, y liibranos de todo
mal…”- el devoto medio cojo y medio manco, hablaba en voz bajita, lleno de
sentimiento, el devoto del corazón de huarango iqueño…
Al
lado de su madre, retornó por el mismo camino, rumbo a la puerta de salida de
la iglesia, despidiéndose de la virgencita de Yauca, entre una paraca que ya se
estaba retirando, y avanzando paso a paso, ahora con la meta de bajar las
gradas, de la antigua y amplia escalera principal del Santuario…y luego; a
buscar que recuperar energías, buscando rápidamente con los ojos de águila, el
mejor potaje servido en las mesas de las vivanderas….pero esa, al estilo de la
película Conan, el bárbaro….esa, es otra historia…
Ica,
15 de abril del 2020
Mag.
Juan Carlos Romaní Chacón
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